Vida y obras de Santa Margarita Mª de Alacoque(LVI)

LXXI

Desafío para el Adviento de 1686

Adoremos al Verbo anonadado en el seno de la Virgen.—Anonademos nuestro entendimiento, nuestra memoria, nuestra voluntad y todos nuestros deseos.

¡Viva Jesús!

Nuestro último desafío de este año será para honrar al Verbo anonadado en el seno de su santísima Madre, cuyo Corazón ha escogido para altar de sus sacrificios, en donde se inmola continuamente como víctima de la divina justicia, para merecernos ser las víctimas de su amor.

Primeramente, haremos tres víctimas de las tres potencias de nuestra alma teniéndolas anonadadas en las del Verbo.

Nuestro entendimiento estará anonadado en el suyo para aprender a conocerle, cercenando todo conocimiento vano e inútil, sobre todo en lo que se refiere al prójimo. Tres prácticas.

En segundo lugar, tendremos la memoria anonadada en la del Verbo, no acordándonos más que de Él, o de lo que nos lleva a la abyección y anonadamiento de nosotras mismas, no desperdiciando ocasión, así como tampoco la de cortar de raíz toda reflexión del amor propio. Tres prácticas.

Tendremos nuestra voluntad anonadada en la suya dejándole querer por nosotros, sea por orden de la obediencia o por los impulsos de sus santas inspiraciones, diciendo siempre: «No se haga mi voluntad, sino la vuestra». Tres prácticas.

Procuraremos tener todos nuestros deseos anonadados en los de Jesús, y hacer en cada ejercicio tres actos de amor, tres de adoración y tres de contrición.

LXXII

Abismos del Sagrado Corazón de Jesús para toda suerte de disposiciones del alma

Es un abismo de amor, de toda consolación, de conformidad, de poder, de riqueza, de fortaleza, de misericordia, de humildad, de ciencia, de firmeza, de toda clase de bienes.—¿Qué habéis de hacer cuando os encontréis en un abismo de ingratitud, o de impaciencia, o de distracciones, o de tinieblas, o de tristeza, o de turbación, o de temor, o de tedio?—En el Sagrado Corazón de Jesús encontraréis un abismo de alegría, de caridad y de pureza.—«Perdeos en ese sagrado abismo».

¡Viva Jesús!

El Sagrado Corazón de Jesús es un abismo de amor en donde es preciso abismar todo el amor propio que existe en nosotras, con todos sus malos efectos, que son los respetos humanos y el deseo de procurarnos alguna satisfacción.

Si nos encontramos en un abismo de privación y desconsuelo, este Corazón divino es un abismo de toda consolación, en el cual debemos perdernos, sin desear sentir sus dulzuras.

Si nos encontramos en un abismo de resistencia y oposición a la voluntad de Dios, debemos abismarnos en el de sumisión y conformidad al beneplácito divino del Sagrado Corazón de Nuestro Señor; y allí perder todas nuestras resistencias para revestirnos de esa dichosa conformidad en todo cuanto quiera disponer de nosotros.

Si os encontráis en un abismo de sequedad e impotencia, id a abismaros en el amable Corazón de Jesús, que es un abismo de todo poder para vosotras, sin querer gustar su suavidad sino cuando a Él plazca.

Si estáis en un abismo de pobreza, despojada de todo y también de vos misma, id a abismaros en el Sagrado Corazón. Él os enriquecerá y os vestirá con gusto, si le dejáis hacer.

Si os encontráis en un abismo de flaqueza en la que caéis a cada momento, id a abismaros en la fortaleza del Sagrado Corazón, que os fortalecerá y levantará con igual frecuencia.

Si estáis en un abismo de miserias, id a abismarlas en el de las misericordias de ese Corazón adorable, y allí, al perder vuestras miserias, consideraos como un compuesto de sus misericordias.

Si os encontráis en un abismo de orgullo y de vana estima de vos misma, abismadlo en el acto en el de la humildad del Sagrado Corazón, en donde habrá que perder todo lo que se subleva en vos, para revestiros de su sagrado anonadamiento, por el amor de vuestra abyección.

Si estáis en un abismo de ignorancia, id a abismaros en el amable Corazón de Jesús, que es un abismo de ciencia, en donde aprenderéis a amarle y hacer lo que desea de yos.

Si os encontráis en un abismo de infidelidad e inconstancia, id a abismaros en el de la firmeza y estabilidad del Sagrado Corazón de Jesús, nuestro verdadero y fiel amigo, que os enseñará a serle fiel y constante, como Él lo ha sido siempre en amarnos.

Si os encontráis en un abismo de indigencia, id a abismarla en el de toda suerte de abundancia y de bienes del adorable Corazón de Jesús. Y allí procurad perderos como en un principio de muerte, para encontrar, por la verdadera mortificación, un manantial de vida, a fin de que no veáis más que por los ojos de Jesús, que no oigáis más que por sus oídos, que no habléis más que por su lengua y que no améis más que por su amable Corazón.

Si os encontráis en un abismo de ingratitud por los grandes beneficios que habéis recibido de Dios, id a abismaros en el Divino Corazón, que es una fuente del agradecimiento, con la que os llenará, si le rogáis que supla por vosotras, proveyéndoos Él mismo de lo que le debéis.

Si os encontráis en un abismo de impaciencia y cólera, id a abismarlo en el de la mansedumbre del amable Corazón dé Jesús, a fin de que os haga dulce y humilde como Él.

Si os encontráis en un abismo de distracciones, id a perderlas en el abismo de tranquilidad del Sagrado Corazón, que os alcanzará infaliblemente la victoria, si las combatís con generosidad.

Si os encontráis en un abismo de tinieblas, id a abismaros en el de la luz del Divino Corazón; y allí, al perder vuestras tinieblas, os revestirá de su luz. Por ésta debéis dejaros conducir como una ciega, que no quiere y a ver más que en esta divina luz.

Cuando os encontréis sumergida en un abismo de tristeza, id a abismaros en el de la divina alegría de este Sagrado Corazón, donde encontraréis un tesoro que disipará todas vuestras tristezas y aflicciones de espíritu.

Cuando os encontréis en la turbación e inquietud, id a abismaros en la paz de este Corazón adorable, que nadie podrá quitaros.

Si os encontráis en un abismo de temor, abismaos en el de confianza del Sagrado Corazón, y allí haréis que ceda el temor ante el amor.

Si os sentís en el abismo del tedio y descontento, abismaos en el Sagrado Corazón, para perderlos y no tener más placer que en Él solo.

Cuando os encontréis en un abismo de amargura y sufrimiento, abismaos en el Sagrado Corazón de Jesús para unirlos a los suyos. Allí encontraréis un tesoro de alegría que os hará sumisa a todo lo que quiera hacer de vos, para sufrirlo todo en silencio y sin quejaros.

Abismaos a menudo en la caridad de ese amable Corazón, a fin de que no hagáis nada al prójimo, que hiera, por poco que sea, esta virtud, no haciendo a los demás sino lo que quisierais que sé os hiciera a vos misma.

Podréis abismaros en Él como en un abismo de pureza y de consumación, para purificar vuestras intenciones y consumar vuestros deseos y pretensiones; vuestra vida de pecado e imperfección, para encontrar allí la de la gracia, del amor y de la perfección a la cual os destina.

En fin, perdeos en ese sagrado abismo y no salgáis ya, porque Él ablandará vuestro corazón endurecido y lo hará apto para recibir sus gracias y su amor.

LXXIII

Otro desafío para el Adviento

¿Cómo honraréis la vida de amor del Verbo encarnado?— ¿Cómo su vida de sacrificio?—¿Cómo su vida de abandono?

¡Viva Jesús!

Por último desafío de este año, honraréis la vida de amor, de sacrificio y de abandono del Verbo divino, anonadado en el seno de su Santísima Madre.

Para vivir de la vida de amor del Verbo encarnado, presentaréis a su Sagrado Corazón vuestra vida tres veces al día, pidiendo al Espíritu Santo la gracia de conservar en vos esta vida de amor, que os una y transforme toda en Él por un perfecto anonadamiento del amor de vos misma, en el de vuestra abyección. Cinco prácticas para lograrlo, por medio de ardientes deseos de este amor.

Para honrar la vida de sacrificio, uniréis vuestro espíritu al de Jesús, a quien el amor tiene inmolado sobre el altar del Corazón de María, como la víctima de la divina justicia, dejando a los placeres de la gloria para sacrificarse a todo lo que hay de más doloroso, pobre, vil y abyecto en este mundo. Para conformarnos a Él le ofreceremos cinco veces al día el sacrificio de lo que más nos cueste, sea renunciando a lo que nos agrada, sea haciendo lo que más nos mortifique.

Para honrar la vida de abandono, por la cual el amor le tiene como abandonado, oculto y desconocido del mundo, tendréis vuestra voluntad y todos vuestros afectos anonadados en los de Jesús, por medio de una completa sumisión y adhesión a su beneplácito. Abandonadle el cuidado de vosotras mismas, no deseando más que vivir desconocidas y olvidadas, sin que nada aparezca, sino lo que pueda humillaros y haceros despreciar. Cinco prácticas de humildad.

LXXIV

Herencias espirituales

La vuestra será el Sagrado Corazón de Jesús.—Otras herencias, la llaga de la mano derecha, Getsemaní, el Sagrario.

¡Viva Jesús!

Tendréis en herencia el Sagrado Corazón de Jesús, en donde adquiriréis un amor de hijo para con Dios, de padre para con el prójimo y de juez para con vos misma.

Vuestra herencia será la llaga de la mano derecha de Nuestro Señor, de donde tomaréis con qué satisfacer por todas vuestras faltas de caridad y de pureza de intención.

La vuestra, el Huerto de los Olivos con Jesús triste hasta la muerte, que será el tesoro para pagar todas vuestras vanas alegrías. Su oración será para reparar el tiempo perdido en las vuestras y para obtener la gracia de un perfecto don de oración y de unión con Dios.

La vuestra, el Santísimo Sacramento, en donde encontraréis un maná escondido, que os pondrá hastío de todas las cosas de la tierra, a las cuales preferiréis la vida oculta y sacrificada de Jesús en el Santísimo Sacramento.

LXXV

Instrucción a sus novicias sobre la manera de inscribir sus nombres en el Corazón de Jesús

«Lo están sólo con tinta todavía».—Cómo se trocarán por otros caracteres de plata y de oro.—¡Ánimo!, a esto habéis de llegar.—No marchitéis las flores de vuestras coronas, ni arranquéis las letras de vuestros nombres, ni las borréis, ni las embarréis.— Que el amor grabe en vuestros corazones el nombre del Amado.—¿Cómo lo lograréis?

¡Viva Jesús!

Ved, queridas hijas mías en el Sagrado Corazón de Jesús, cómo me obligáis a poneros por escrito lo que de Él os digo de palabra. Pero si no os aprovecháis, yo misma le rogaré que se vengue; es decir, si llegáis a olvidarle y despreciarle. Tened cuidado, pues bien a menudo os lo advierto.

Os digo, pues, que la gracia que el Señor ha empezado a haceros, os llevará a muy alta perfección, con tal de que correspondáis fielmente por vuestra parte. Tenéis que proceder de modo que vuestra senda avance y crezca como la aurora de la mañana.

No os hagáis ilusiones; que si vuestros nombres están escritos en ese Corazón adorable, lo están sólo con tinta todavía. Con esto se significa el principio de la gracia en vosotras, que viene en medio de vuestras tinieblas, para ayudaros a combatir y vencer vuestras imperfecciones, sobre todo ese orgulloso amor propio que por todas partes se cuela y tizna y mancha nuestras más santas acciones.

Éste no es más que el principio significado por esos caracteres negros que deben aclararse y blanquearse como el oro en el crisol y purificarse de la tierra. De ese mismo modo vuestras intenciones y acciones deben purificarse en la hoguera de su amor de todo lo que tienen de terreno y humano y de toda mira de propio interés.

Y cuando con ese progreso esté todo purificado, se trocarán los caracteres de tinta en otros de plata que indican la pureza del corazón. Pero no habéis de parar ahí, dejando esta obra imperfecta; tenéis que llegar al oro de la caridad que marcará vuestros nombres con caracteres indelebles. Entonces seréis como holocaustos, todas consumidas en las ardientes llamas del amable Corazón de Jesús.

Pero es preciso que el amor os haga llegar hasta allí. Hay que sufrir por amor, haciéndose continua violencia, mortificándose y humillándose por amor y quedando muy satisfechas cada vez que encontremos ocasiones de probar nuestro amor a este único Amigo de nuestros corazones.

Todo lo que acabo de deciros señala el principio, el progreso y el fin de vuestra vida. La corona no se dará ni a los principiantes, ni a los proficientes, sino sólo a los victoriosos que perseveren hasta el fin.

Y cuando cometáis algunas faltas de orgullo o amor propio, bien sea excusándoos o de otra manera, o haciendo a las demás lo que no quisierais que os hicieran a vosotras, marchitáis otras tantas flores de vuestras coronas y las hacéis perder el buen olor que tenían. Y también cuando tratéis de insinuaros en la estima y amistad de las criaturas, cuantas veces lo hagáis voluntariamente, serán otras tantas letras que quitaréis de vuestro nombre escrito en ese Corazón adorable, para grabarlas en el de la criatura.

Y cuando os descuidéis de cumplir alguna de vuestras observancias, será como si borraseis alguna de las letras que componen vuestro nombre. Y cuando fomentéis algún pensamiento de desestima o resentimiento contra el prójimo o contra la caridad, será como si echaseis barro encima de ellas.

En fin, queridas Hermanas, no puedo admirar bastante la bondad y liberalidad de este Sagrado Corazón para con vosotras. Parece que ha abierto todos sus tesoros para enriqueceros: ¡tanto es lo que se goza en haceros bien! Pero no puedo explayarme más, sino deciros que le sois en extremo deudoras, y de un modo muy particular. Si después de esto llegáis a relajaros y a aflojar en la liberalidad que os pide y que le habéis prometido, creo que puedo aseguraros que no será menos liberal en la severidad para vengarse de vuestras ingratitudes.

Tened cuidado; ahora os lo advierto, pero entonces estaré en contra vuestra. Y como el amor quiere ser correspondido y no quiere otra correspondencia que la del amor, es preciso para darle el que Él desea, que ese mismo amor grabe, en cambio, en vuestros corazones el nombre de vuestro Amado. Esto podrá hacerse así:

Cuando hiciereis alguna buena obra de caridad con el prójimo, sea tolerándole o excusándole, alabándole o prestándole algún servicio, serán otras tantas letras de este Nombre adorable que grabaréis en vuestros corazones. Lo mismo cuando alcancéis alguna victoria sobre vosotras mismas, ya sea en la humildad, ya en la mortificación o de otro modo.

Pero sed fieles, constantes y amantes; nunca os lo repetiré bastante, por el mal que de lo contrario os sobrevendría.

Os digo más de lo que había pensado deciros, y hasta algunas veces más de lo que quisiera; pero el Señor sea bendito por todo y su Sagrado Corazón amado, alabado y glorificado eternamente.

LXXVI

Instrucciones a sus novicias con motivo del establecimiento de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús

(Después de la fiesta de Santa Margarita, 1685)

Habéis logrado su amistad con vuestros obsequios.—¿Cuál será la medida del cuidado que tendrá de vosotras?—En Él están escritos vuestros nombres, no los borréis.—Hay que luchar, los «cobardes y tibios son rechazados».

¡Viva Jesús!

Para cumplir lo prometido, con motivo de nuestra pequeña empresa para honrar al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, he de deciros sencillamente lo que pienso. Y es que me parece que por medio de estas pequeñas prácticas habéis logrado su amistad; y que, haciéndolas con fidelidad, le proporcionáis tanto placer, que venís a ser el objeto de sus amorosas complacencias. Esto le da más contento que cualquier otra cosa que pudierais hacer, porque desea que este adorable Corazón sea conocido, amado y honrado. Por eso no le podríais causar mayor placer que ocupándoos en esto cuanto podáis.

Me parece que quiere os asegure, de su parte, que mientras seáis fieles, no os dejará caer en desgracia con su Sagrado Corazón, el cual tanto cuidado tendrá de vosotras cuanto os confiéis y abandonéis a Él. Pensará por vosotras cuando lleguéis a olvidaros de vosotras mismas. Pero sobre todo quiere que seáis humildes de corazón como Él, y estéis siempre ardiendo en caridad. Haréis extender la práctica de estas dos virtudes, según las luces que este Divino Corazón os dé a cada una en particular.

En verdad, mis queridas Hermanas, que estáis muy obligadas, quiero decir de un modo muy especial, a Nuestro Señor Jesucristo, por estar escritos vuestros nombres en su Sagrado Corazón por el exceso de su amor. Pero aún estáis en libertad de borrarlos. Tened cuidado de que no os suceda semejante desgracia; lo cual no podría ser más que por el pecado mortal, después de haberos desviado y alejado de este Divino Corazón. Él no os rechazará sin que primeramente vosotras le hayáis despreciado y olvidado.

Y en cuanto a lo presente, yo os suplico que hagáis valer las gracias que Él está dispuesto a concederos en las ocasiones que se presenten, si le sois fieles. Nuestra flaqueza es tan grande, que algunas con el tiempo la podrían mudar en desprecio, lo que sería gran desgracia para vosotras y mayor de lo que yo pudiera deciros.

Pero espero que, después de haber sido advertidas, le seréis todas tan fieles y estaréis de tal modo sobre aviso, que esa desgracia no ocurrirá, sino que, por el contrario, os insinuaréis cada vez más en su amistad divina, a fin de que os

consuma en sus más puras llamas y os reciba a la hora de la muerte. Pero eso será después de haber luchado durante la vida.

Hay que resolverse a hacerlo y sufrirlo todo sin cansarse, pues los cobardes y tibios son rechazados.

LXXVII

Consideraciones para el día de Santa Magdalena

Cómo imitaremos a esta Santa penitente en la conversión.—En dejar el mundo.—En retirarnos al desierto y subir al monte y morar en una gruta.—Cuál será nuestro

«bálsamo santo».

¡Viva Jesús!

Debemos, mis queridas Hermanas, imitar a Santa Magdalena, de este modo:

Primeramente, hemos de convertirnos del pecado a la gracia, de nosotras mismas a Dios y del amor propio al amor divino.

Ella dejó el mundo para hacer penitencia, embarcándose en el mar en calma de la santa Religión, para bogar en ella a favor del viento del espíritu de penitencia. Jesús será nuestro piloto, como lo fue de ella, si le buscamos por amor de sí mismo como ella le buscó.

Fue a ocultarse al desierto de Sainte-Baume. Del mismo modo, debemos retirarnos a menudo al desierto de nuestro corazón para echar de allí a las bestias venenosas, que son nuestro amor propio y nuestras pasiones y malas inclinaciones.

Hay en aquel desierto una elevada montaña adonde esta santa subió; así nosotras también debemos subir a la montaña de la perfección, que es inaccesible sin la mortificación. Necesariamente hay que pasar por los profundos valles de la humildad, abyección y humillación.

Hay una gruta donde la santa se retiraba. La llaga del sagrado Costado de Nuestro Señor Jesucristo será la nuestra. Había en esa gruta una piedra, en donde ella reposaba. El Sagrado Corazón será el lugar de nuestro reposo.

Y como hay un manantial de agua que corre continuamente, es preciso que el agua de la gracia destile sin cesar en nuestras almas de ese manantial de aguas, del Sagrado Corazón de Jesús.

Como aquel lugar se denomina Sainte-Baume (Bálsamo Santo), es preciso que el santo amor sea el bálsamo precioso que derrame buen olor, sobre todo lo que

acabamos de decir y queremos practicar, a fin de que nos eleve siete veces al día, como elevó a esta fiel amante. Así podremos conversar con los ángeles, separados del trato de las criaturas, para gozar de los amorosos coloquios de nuestro Amado.

Elevaremos siete veces al día nuestro espíritu al cielo, durante esta octava, para pedir al Sagrado Corazón el don de su puro amor para nosotras y para todos los corazones capaces de amarle; y el espíritu de penitencia para todos los corazones endurecidos.

LXXVIII

Despedida de la Santa al dejar a sus novicias

Las enseña a hacer de su corazón una capilla dedicada al Sagrado Corazón de Jesús.— Cuáles serán sus partes.—Cuáles sus adornos.—«Allí entraréis tres veces al día».— Cómo explotaréis las riquezas inagotables del amantísimo Corazón de Jesús.—Cómo me manifestaréis vuestra amistad.—«Adiós, mis amadas Hermanas».

¡Viva Jesús!

Como último adiós, mis queridas Hermanas, y con todo el afecto de mi corazón, os conjuro, por el amor que profesáis al de Nuestro Señor Jesucristo, que le seáis constantemente fieles. Guardadle inquebrantablemente las promesas que le habéis hecho, no haciendo nada de propósito, de cuanto os dé a conocer le desagrada, ni dejando de cumplir nada de lo que creáis que le es agradable. De este modo no le forzaréis a limitar los designios que tiene sobre vosotras y a retener las gracias que deseaba concederos y que infaliblemente os concederá, si no lo impedís con vuestra ingratitud e infidelidad.

Esto sería para mí un tormento insoportable, porque os confieso que estoy dispuesta a sufrir todo lo que sea necesario para procurar que seáis todas suyas y hacerle reinar en vuestros corazones. Por eso os remito a su cuidado y amorosa dirección, a la cual os ruego os abandonéis por completo diciéndoos a menudo: Puesto que este divino Corazón es mío, ¿que me puede faltar? Y si soy toda suya,

¿quién me podrá perjudicar?

Creo que no le podéis dar mayor prueba de amor ni que más le agrade que alojaros en el edificio que Él mismo se ha construido, que es vuestro corazón. Hay que arrojar fuera de él esos ídolos que habéis adorado tanto tiempo, sea vuestro orgullo o vuestra propia voluntad, o bien cualquier apego a la criatura. Y después de haber expulsado a todos los enemigos del Sagrado Corazón –pues así hay que nombrar a los vuestros– de esta capilla, la limpiaréis y purificaréis de toda mancha, quitando de ella todas las pasiones e inclinaciones inmortificadas. La tapizaréis en seguida con la pureza de intención, que consistirá en hacerlo todo para complacerle.

Después, por medio de una profunda humildad, cavaréis los cimientos de su trono, que levantaréis para hacer reinar en él al Sagrado Corazón. Es este trono el puro amor divino, en medio de cuyas llamas está siempre, como una víctima de holocausto inmolada y sacrificada a la gloria de su divino Padre, por nuestro amor.

Los adornos de ese trono serán ricos y preciosos, como Él los desea, y como vosotras santamente los podáis tener:

  • El primero debe ser todo de oro de la santa caridad, la cual os llevará tan adelante en su amistad, que se dejará poseer de vosotras como de una esposa muy amada a la que dice con amor: Todo lo mío es tuyo, y todo lo tuyo es mío, porque la caridad nos une.
  • El segundo adorno será el azul de la mansedumbre que os hará conversar con Él en pleno día de su amor, como una amiga con un amigo, confiándole todas sus necesidades.
  • El tercero será el negro de la mortificación de vuestros sentidos, por el completo olvido y desprecio de vosotras mismas y de todo lo que no es de Dios.
  • El cuarto será el verde de la esperanza y confianza en su amorosa bondad, como de hijas con su Padre, que no os abandonará, si primero no le abandonáis vosotras.
  • El quinto será el morado de un profundo silencio, atajando toda palabra y reflexión inútil, para adorarle en silencio como a vuestro Rey. Así podréis mudar a vuestro gusto.

El pavimento de esta capilla debe ser el amor de vuestra abyección.

La lámpara o antorcha que debéis tener siempre encendida, es vuestro amor a este Divino Corazón, que mantendréis con la mecha y el aceite de las obras buenas.

La campana será una ardiente fidelidad, que llamará a todas vuestras potencias para rendirle continuo homenaje.

El dosel estará hecho del azul de una santa serenidad y paz interior, que os hará estar siempre tranquilas, en medio de los acontecimientos de la vida, conformes en todo con el beneplácito divino.

Las tres potencias de vuestra alma serán como tres ángeles destinados a prestarle continuo homenaje. La adoración de vuestro entendimiento no se ocupará más

que en conocerle y vuestra voluntad en amarle, ofreciéndole sin cesar el incienso de mil santos afectos, del deseo de agradarle y de jamás separarnos de Él. El recuerdo de vuestra memoria no será más que un continuo agradecimiento a sus beneficios.

La puerta de la capilla será una cruz, para indicar que todos los que allí penetren serán crucificados, puesto que hay que reinar en la cruz antes que en la gloria.

Los goznes que sostengan esta puerta estarán forjados con la sumisión y obediencia, que os tendrá siempre dispuestas a hacerlo todo y a sufrirlo todo.

La cerradura será:

Quiero sufrir sin queja en mi dolor:

¡No me deja temer su Corazón!

La llave estará hecha con la firme perseverancia en el amor y servicio de este amable Corazón.

El portero será la presencia de Dios, que no dejará entrar nada que pueda en lo más mínimo manchar o profanar esta santa capilla, en donde se cantará este sagrado cántico:

El amor triunfa, goza el amor. Nos regocija su Corazón.

Las ventanas tendrán vidrieras del cristal de la verdadera e ingenua sencillez, a través de las cuales pasará la luz de una fe viva, que os hará buscar a Dios por amor de Él mismo, refiriéndolo todo a la mayor gloria de su Sagrado Corazón, sin fijaros en los gustos y consolaciones, sino dándole igualmente gracias por todo.

La santa modestia cuidará de adornar y tener limpia esta santa capilla.

El celo ardiente del amor del Sagrado Corazón será el juez que castigará con algunas penitencias las profanaciones que hayáis hecho o dejado hacer.

Allí entraréis tres veces al día. Por la mañana, para rendir vuestros homenajes de adoración y sacrificio a ese Sagrado Corazón, como a vuestro soberano libertador. Le sacrificaréis todo cuanto hagáis y sufráis, y todas las partes de vuestro ser, para no serviros de él sino para amarle, honrarle y glorificarle, uniéndoos a sus santas intenciones y renunciando a todo lo que pueda desagradarle.

Al mediodía entraréis para rendirle vuestro homenaje de amor y de petición; le descubriréis todas vuestras llagas y las miserias de vuestra alma, por ser Él el remedio soberano de vuestros males, en todas vuestras necesidades.

Por la tarde entraréis para rendirle vuestro homenaje de gratitud y agradecerle todos sus beneficios, pidiéndole perdón, con un vivo dolor, de todas las ingratitudes e infidelidades que le hayáis podido hacer y confirme resolución de morir antes que ofenderle.

Y después, haciendo una guirnalda con los actos de virtud que hayáis practicado, le coronaréis para endulzar las punzadas que recibe con las espinas de vuestros pecados, suplicándole que repare el mal que hemos hecho con el bien que ha hecho Él.

Para tomar el descanso con seguridad, entraréis en este Sancta Sanctorum del Corazón amoroso de Jesús, en donde os encerraréis con la llave de un abandono amoroso a sus cuidados.

He aquí la manera como quiere el Sagrado Corazón que le edifiquéis esta santa capilla en vosotras mismas.

Podréis entrar con frecuencia en ella para buscar las riquezas de ese Sagrado Corazón, y abismar allí el abismo de vuestra actual necesidad. Si os encontráis en un abismo de tibieza y cobardía, debéis tomar el ardiente fervor de ese Sagrado Corazón, y después obrar a impulsos del mismo. Haréis lo mismo con todos los otros abismos, rogándole que os dé la gracia conforme a la necesidad del momento presente.

Cuando os sintáis turbadas y agitadas de cualquier temor en el mar tempestuoso de este mundo, en donde estamos continuamente combatidas de las olas de nuestras pasiones y malas inclinaciones, habéis de decir a vuestra alma: ¿Qué temes, puesto que llevas contigo al Corazón de Jesús y su fortuna, que es el puro amor, el tesoro y las delicias del cielo y de la tierra?

Otras veces podréis contemplar a ese Sagrado Corazón en medio de esta capilla como un divino caño, de donde mana sin cesar la fuente de aguas vivas para regar el jardín de vuestra alma, donde se encuentran marchitas las flores de las virtudes y devolverles su belleza natural, para que vuestra alma se convierta en el vergel de sus delicias. Rogadle que después de haber sido para vosotras manantial de agua viva, sea también sol divino que ilumine y caliente siempre, a fin de que, haciendo crecer las virtudes, disipe las tinieblas de oscuridad de vuestras almas.

Cuando queráis hacer oración, entrad en ese Sagrado Corazón como en un oratorio, en donde encontraréis con qué pagar a Dios lo que le debéis, ofreciéndole la oración de Nuestro Señor para suplir las faltas de la vuestra, amando a Dios con el amor de este Divino Corazón, adorándole con sus adoraciones, alabándole con sus alabanzas, obrando con sus obras y queriendo con su voluntad.

Si me conserváis alguna amistad, de ninguna manera me la manifestaréis mejor que siendo muy fieles a este Sagrado Corazón, el cual será para vosotras manantial de todo bien, si le sois fieles. Si, por el contrario, le sois ingratas, os abandonará o se hará sordo a vuestras necesidades.

Adiós, pues, mis amadas Hermanas; seamos para siempre todas del Amado de nuestras almas. Démosle todo nuestro corazón, nuestro amor, nuestros afectos, inclinaciones y ternuras. En Él os amo y os deseo el puro amor del Sagrado Corazón, al cual suplico os consuma en sus más vivos ardores. Acordaos de que a Él es a quien hicisteis tantas promesas; nadie debe burlarse de Él.

Habéis de tener una constancia inviolable en ponerlas en práctica, cueste lo que cueste. Ya no más aficiones demasiado vivas a criatura alguna, ni a vosotras mismas, sino todo para ese Sagrado Corazón.

Bien sabe Él que, aun cuando os he entregado a todas a su Corazón, no dejaré jamás de prestaros con todo el afecto del mío mis pequeños servicios por su amor y gloria. Amén.