Vida y obras de Santa Margarita Mª de Alacoque(LVIII)

ORACIONES

Son éstas las primeras oraciones dirigidas al Divino Corazón después de la gran Revelación de Paray y las primeras manifestaciones de la grandiosa devoción, tal cual Nuestro Señor la había enseñado a su «muy amada discípula»

V

Oración al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo

Colocadme, ¡oh mi dulce Salvador!, en vuestro sagrado costado y en vuestro Corazón adorable, que es una hoguera encendida del puro amor, y me veré a salvo. Espero que me introduciréis en él, ¡oh mi Jesús y mi soberano Bien!, porque os amo, no por las recompensas que prometéis a los que os aman, sino puramente por amor de Vos misino. Yo os amo sobre todas las cosas amables, sobre toda bondad, sobre toda belleza, sobre todos los placeres y, en fin, sobre mí misma y todo lo que no es Vos. Protesto en presencia del cielo y de la tierra que quiero vivir y morir pura y sencillamente en vuestro santo amor; y que aun cuando para amaros de esta suerte tuviera que verme perseguida, atormentada y afrontar la muerte, estoy muy contenta y diré siempre con San Pablo: No hay criatura alguna que pueda separarme de la caridad del Sagrado Corazón de Jesucristo, a quien amo y quiero amar eternamente (Rm 8, 39).

¡Oh Corazón amabilísimo!, Vos sois mi fortaleza, mi apoyo, mi recompensa, mi salvación, mi refugio, mi amor y mi todo. ¡Oh Corazón santísimo de Jesús, Corazón muy augusto, el Dueño de todos los corazones!: os amo, os adoro y os alabo; os doy gracias y soy toda vuestra. ¡Oh Corazón amoroso!, permaneced conmigo y en mí; gobernadme, salvadme, transformadme toda en Vos.

Oh Corazón buenísimo, Corazón sacratísimo, cuya eterna y gozosa posesión será no sólo sin disgusto, sino muy alegre y (constituirá) la recompensa de los bienaventurados, ¡ah!, qué deseable y qué amable sois. ¡Oh Corazón divino!, venid, venid a mí, o atraedme a Vos. ¡Oh Corazón altísimo, delicias de la Divinidad!; ¡ay!, yo os saludo desde el destierro en que me encuentro, os invoco en mi dolor y os llamo para remediar mi fragilidad. ¡Ah Corazón misericordiosísimo, Corazón compasivo y muy bueno de mi Padre y de mi Salvador!, no neguéis vuestro favor a mi indigno corazón. Destruid en mí el reinado del pecado y estableced en su lugar el de la virtud, a fin de que vuestra imagen quede perfectamente acabada y sea un día ornato de vuestro palacio celestial. Así sea.

VI

Invocaciones al Sagrado Corazón de Jesús

Humildemente postrada al pie de vuestra santa cruz, os diré a menudo, ¡oh divino Salvador mío!, para mover las entrañas de vuestra misericordia a perdonarme:

Jesús, desconocido y despreciado, tened piedad de mí.

Jesús, calumniado y perseguido, tened piedad de mí.

Jesús, abandonado de los hombres y tentado, tened piedad de mí.

Jesús, traicionado y vendido a vil precio, tened piedad de mí.

Jesús, censurado, acusado y condenado injustamente, tened piedad de mí. Jesús, vestido con un hábito de oprobio y de vergüenza, tened piedad de mí. Jesús, abofeteado y burlado, tened piedad de mí.

Jesús, arrastrado con la cuerda al cuello, tened piedad de mí.

Jesús, azotado hasta derramar sangre, tened piedad de mí. Jesús, reputado por loco y endemoniado, tened piedad de mí. Jesús, pospuesto a Barrabás, tened piedad de mí.

Jesús, despojado y del todo desnudo con infamia, tened piedad de mí. Jesús, coronado de espinas y saludado por irrisión, tened piedad de mí. Jesús, cargado con la Cruz y las maldiciones del pueblo, tened piedad de mí.

Jesús, agobiado de injurias, de dolores y de humillaciones, te tened piedad de mí.

Jesús, triste hasta la muerte, tened piedad de mí.

Jesús, ofendido, escupido, golpeado, ultrajado y befado, tened piedad de mí.

Jesús, colgado de un infame madero, en compañía de ladrones, tened piedad de mí.

Jesús, anonadado y deshonrado ante los hombres, tened tened piedad de mí.

Jesús, agobiado de toda clase de dolores, tened piedad tened piedad de mí.

¡Oh buen Jesús!, que habéis querido sufrir una infinidad de oprobios y de humillaciones por mi amor: imprimid fuertemente su amor y estima en mi corazón y hacedme desear que vengan sobre mí. Así sea.

VII

Aspiraciones de un alma que desea ardientemente la santa comunión

(Comunión espiritual para prepararse a la sacramental)

Oh gran Dios, a quien adoro, velado bajo esas débiles especies, ¿es posible que hayáis querido rebajaros a vivir en esa vil morada, para venir a mí y quedaros corporalmente conmigo? Los cielos son demasiado indignos para alojaros, y Vos os contentáis con esas pobres especies, para poder estar siempre conmigo.

¡Oh Bondad inconcebible!, ¿podría yo creer nunca esta maravilla, si Vos mismo no me lo asegurarais? Más aún: ¿me atrevería a pensar que os dignarais venir a mi boca? Y con todo, es cierto que queréis descansar en mi lengua y bajar a mi pecho; y para convidarme a ello me prometéis mil bienes.

¡Oh Dios de majestad, pero Dios de amor! ¡Ojalá pudiera yo ser todo entendimiento para conocer esta misericordia; todo corazón, para sentirla bien, y todo lengua para publicarla! Bien veo, oh Dios de mi corazón, que me habéis creado para hacerme el objeto de vuestros amores y el blanco de vuestras bondades inefables. Los ángeles no se cansan nunca de veros; desean este favor aun mientras gozan de él; pues ¿cómo no desear yo ardientemente poseeros?

Puesto que en esto está vuestro contento, oh mi amable Salvador, y mi necesidad me obliga a desearlo y vuestra bondad me permite esperarlo, os abro mi corazón y os ofrezco mi boca y mi lengua para que podáis trasladaros a mi pecho.

Venid, venid, ¡oh mi divino Sol! Sumida estoy en horribles tinieblas de ignorancia y de pecados: venid a deshacer estas sombras y haced brillar en mi alma las luces divinas de vuestro conocimiento.

Venid, ¡oh amable Salvador mío! A pesar de haberos Vos entregado todo entero por mí para librarme del infierno, he recaído yo miserablemente bajo la servidumbre del pecado. Venid una vez más a romper mis ligaduras, a quebrantar mis cadenas y a devolverme la libertad.

Venid, ¡oh caritativo Médico de mi alma! Después de haberme bañado en vuestra sangre y haberme vuelto en el bautismo más sana y más santa de lo que merecía, me he comprometido por mi culpa en mil peligrosas enfermedades que llevan el tedio a mi corazón, la debilidad a mi valor y la muerte a mi alma. Venid, pues, a sanarme, ¡oh mi divino Médico! Lo necesito más que aquel paralítico a quien preguntabais si quería sanar. Sí, Dios mío, sí lo deseo muy de verdad; y Vos que conocéis la tibieza de este deseo, robustecedlo más y más en mí, con los ardores de vuestro santo amor.

Venid, ¡oh el más fiel, el más tierno, el más dulce y el más amable de todos los amigos!; venid a mi corazón.

La que amáis está enferma (Jn 11, 3) y sufre una languidez peligrosa y mortal. Bien lo sabéis Vos, que leéis en el fondo de mi corazón. Si hasta ahora he sido insensible a mi desgracia e imprudente ante mi propio peligro, ahora, por vuestra gracia, lo siento, me lamento, y os pido a gritos que me socorráis. Os requiero por vuestra incomparable amistad y por vuestra palabra, para que vengáis a aliviarme. Venid y no permitáis que os dé motivo para dejarme. Prometedme, como a Santa Isabel, que habéis de querer estar siempre conmigo.

¡Venid, oh vida de mi corazón, oh alma de mi vida, oh único sostén de mi alma, oh pan de los ángeles, encarnado por mi amor, expuesto por mi rescate y dispuesto para ser mi alimento! ¡Venid a saciarme abundantemente! ¡Venid a sostenerme fuertemente! ¡Venid a hacerme crecer altamente! ¡Venid hacerme vivir, pero eficazmente, de Vos y en Vos, oh mi única vida y todo mi bien!

Si un cuerpo estuviera privado de su alma, ¿cómo la llamaría?, ¿cómo la buscaría?

¿Tengo acaso yo tan poco conocimiento de Vos y de mí, que no sepa lo que soy sin Vos? Venid, oh mi Dios y mi todo; venid a animar una vez más a mi alma, que languidece tras de Aquél que constituye todo el adorno de su belleza y el principio de sus movimientos y la fuente de su vida.

Absorbed, os lo suplico, oh Jesús, mi único amor, todos mis pensamientos en Vos, y separad mi corazón de todo lo que existe bajo el cielo, por la fuerza de vuestro amor, más ardiente que el fuego y más dulce que la miel. Haced que muera del amor de vuestro amor, como Vos habéis muerto del amor de mi amor.

¡Ah, Señor!, herid de tal modo este corazón que es vuestro, y traspasadle tan fuertemente de parte a parte, que ya no pueda contener nada terreno y humano.

VIII

Oración a las cinco llagas de Jesús

¡Oh Corazón amoroso de Nuestro Señor Jesucristo! ¡Oh Corazón que llagáis los corazones más duros que la roca, que caldeáis los espíritus más fríos que el hielo y enternecéis las entrañas más impenetrables que el diamante! Herid, pues, oh mi amable Salvador, mi corazón con vuestras sagradas llagas y embriagad mi alma con vuestra sangre, de suerte que, en cualquier lado adonde me vuelva, no pueda ver más que a mi Divino Crucificado y que todo cuanto mire me aparezca teñido con vuestra sangre. Oh mi buen Jesús, haced que mi corazón no halle descanso hasta que no os hay a encontrado a Vos, que sois su centro, su amor y su felicidad.

Amable Jesús mío, por la sagrada llaga de vuestro Corazón, perdonadme todos los pecados que he cometido por malicia o por falta de pureza de intención. Introducid mi perverso corazón en el vuestro que es todo divino, a fin de que, estando continuamente bajo vuestra protección y dirección, persevere yo constantemente en hacer el bien y en huir del mal, hasta el último suspiro de mi vida.

IX

Acto de confianza en el Sagrado Corazón de Jesús

En el Sagrado Corazón de mi Jesús encuentro yo todo lo que necesita mi indigencia, porque está lleno de misericordia. Ningún remedio he encontrado más eficaz en todas mis aflicciones que el Sagrado Corazón de mi adorable Jesús. En Él duermo sin cuidado y descanso sin inquietud. Ni hay nada áspero ni enojoso que no esté endulzado por el amable Corazón de Jesús. Los enfermos y los pecadores encuentran en Él seguro asilo y permanecen en Él con toda paz. Este divino y amoroso Corazón es toda mi esperanza; Él es mi refugio. Su mérito es mi salud, mi vida y mi resurrección. Mientras no me falte su misericordia, bien provista estoy de méritos; pues cuanto más poderoso es para salvarme, en mayor seguridad me encuentro.

X

Súplica al Sagrado Corazón de Jesús

¡Oh Corazón divino!, que nos habéis mostrado en la Cruz el exceso de vuestro amor y de vuestra misericordia, dejándoos abrir para dar entrada a los nuestros: recibidlos, pues, ahora, atrayéndolos con los lazos de vuestra ardiente caridad, para consumirlos por la vehemencia de vuestro amor.

¡Oh Corazón liberalísimo!, sed todo nuestro tesoro y nuestra única suficiencia.

¡Oh Corazón amantísimo y deseable!, enseñadnos a amaros y a no desear sino a Vos.

¡Oh Corazón afabilísimo y que encontráis tanto placer en hacernos bien!: hacedme el favor de satisfacer mi deuda a la divina justicia. Soy insolvente, pagad por mí. Reparad el daño que he hecho, con el bien que habéis hecho Vos. Y a fin de que os lo deba todo, recibidme, oh Corazón caritativo, en la temida hora de mi muerte. Ocultad mi alma a la cólera divina, la cual tan a menudo he irritado. Presentaos y responded por mí, pues nada he hecho que no me condene a un eterno suplicio, si Vos no me justificáis. ¡Ah!, no consintáis que me vea privada de amaros eternamente.

Languidezco del deseo de estar unida a Vos, de poseeros a Vos y de abismarme en Vos, para no vivir más que de Vos, a quien elijo por mi perpetua morada. En vuestro Corazón todo amable es donde únicamente quiero amar, obrar y sufrir. Consumid, pues, todo lo que en mí misma hay de mí; y poned en su lugar todo lo que es de Vos y transformadme en Vos. Que no viva sino de Vos y para Vos. Sed, pues, mi vida, mi amor y mi todo. Amén.

XI

Acto de contrición al Corazón de Jesucristo

¡Oh sacratísimo y adorable Corazón de Jesús!, heme aquí humildemente postrada ante Vos con un corazón contrito y penetrado del más vivo dolor de haberos amado tan poco e injuriado tanto por mis extravíos, ingratitudes, perfidias y demás infidelidades. Por ellas me he hecho indigna de vuestra misericordia y de todas las gracias y favores de vuestro puro amor. La vergüenza y el pesar que

siento de mis pecados, no me dejan deciros sino: He pecado contra Vos. He pecado, tened piedad de mí, que soy indigna de toda misericordia:

No me condenéis, sin embargo, oh Corazón divino, lleno de caridad. Os ruego que demostréis el exceso de vuestra bondad perdonando a esta pobre criminal, que está aquí delante de Vos como anonadada en el abismo de su nada y de su miseria. ¡Ay, Sagrado Corazón!, he pecado contra Vos. Mas no me abandonéis al rigor de vuestra justicia, que infaliblemente castigaría mi falta de amor para con Vos con la privación eterna de este mismo amor. ¡Ah, caigan sobre mí todos los tormentos, penas y miserias, antes de verme privada de amaros!

Puesto que sois Vos, oh Corazón divino, fuente de amor, a quien he injuriado con mis infidelidades y mi poco amor, cuidaos Vos mismo de vengaros. Y si queréis condenarme a abrasarme eternamente, consiento en ello, con tal de que sea en el fuego devorador de vuestro puro amor. Oh Corazón compasivo, salvadme por el exceso de vuestra misericordia. No me dejéis perecer en el diluvio de mis iniquidades. ¡Oh Corazón de amor, a Vos clamo desde el abismo de mi miseria!

Salvadme, por vuestra ardiente caridad. Salvadme, os lo ruego, por todo lo que hay en Vos más capaz de incitaros a hacerme esta gran misericordia. Tened, pues, piedad de esta pobre criminal que espera de Vos su salvación. Salvadme, pues,

¡oh Corazón misericordioso!, a cualquier precio que sea. Salvadme y no me privéis de amaros eternamente. Antes bien, que todos los momentos que me quedan de vida, se conviertan para mí en amargura, dolor y aflicción.

Pero ¿no es bastante castigo para mí el haber empezado tan tarde a amar a un Corazón tan lleno de amor? Tanto me pesa, mi soberano Bien, por amor vuestro, de haberos con tanta ingratitud ofendido, que quisiera haber sufrido como preservativo contra el pecado todas las penas del infierno desde que empecé a pecar, antes que haber cometido tantos pecados. Espero, sin embargo, que me librará de ello vuestra misericordia. Esto es lo que os suplico, pidiéndoos a gritos perdón con todo mi corazón.

Perdonad, perdonad, pues, si os place, a este pobre y afligido corazón que ha puesto toda su confianza en Vos y no tiene otra esperanza que Vos. ¡Oh Corazón de Jesús, Salvador mío!, haced conmigo este oficio, que tan caro os costó, y no permitáis se malogre el fruto de tanto s trabajos y de una muerte tan dolorosa. Honradla, por el contrario, en mi salvación, a fin de que mi corazón pueda amaros, alabaros y glorificaros eternamente. Sed, pues, oh Sagrado Corazón, nuestro refugio y nuestro amparo, ahora y en la hora de nuestra muerte.

Tomad mi causa en vuestras manos; justificadme y apartad los rigores que han merecido mis pecados. ¡Ay, Vos sois mi verdadero amigo; responded y pagad por mí! Retiradme de este abismo en que mis pecados me han precipitado ya. Escuchad, pues, si os place, los gemidos de este pobre corazón afligido, que todo

lo espera de vuestra bondad. Y si vuestra justicia lo condena como indigno de perdón, apelará al tribunal de vuestro amor, estando pronto a sufrir todos los rigores, antes que verse un solo momento privado de amaros.

Cortad, quemad, rajad; con tal de que os ame, esto me basta. No perdonéis ni a mi cuerpo ni a mi vida, cuando se trate de vuestra gloria. Soy toda vuestra, oh divino y adorable Corazón. Obrad, pues, os suplico, mi salvación; y no me abandonéis a mí misma, castigando mis pecados con nuevas recaídas en ellos.

¡Ah, antes mil muertes que ofenderos a Vos a quien amo cien veces más que a mi vida!

¡Ay!, ¿qué gloria os podría proporcionar la pérdida de un miserable átomo? Y, en cambio, la tendréis muy grande si salváis a una pecadora tan miserable como yo. Salvadme, pues, único Amor mío, pues quiero amaros eternamente, a cualquier precio que sea. Sí, quiero amaros, por mucho que me cueste; quiero amaros con todo mi corazón.