ORACIONES
Son éstas las primeras oraciones dirigidas al Divino Corazón después de la gran Revelación de Paray y las primeras manifestaciones de la grandiosa devoción, tal cual Nuestro Señor la había enseñado a su «muy amada discípula»
ORACIONES ATRIBUIDAS A LA SANTA
XXX
Acto de consagración al Sagrado Corazón de Jesús
Corazón adorable de mi amable Jesús, asiento de todas las virtudes, manantial inagotable de todas las gracias, ¿qué habéis podido encontrar en mí capaz de agradaros, hasta el punto de amarme con tanto exceso, mientras que mi corazón, manchado con mil pecados, no tenía sino dureza e indiferencia para Vos? Los brillantes testimonios de la ternura de vuestro amor para conmigo, aún en el tiempo en que yo no os amaba, me hacen esperar que aceptaréis las señales por las que os quiero manifestar que ahora os amo.
Recibid, pues, oh mi amable Salvador, el deseo que tengo de consagrarme enteramente en honra y gloria de vuestro Sagrado Corazón. Recibid la donación que os hago de todo lo que soy: os consagro mi persona y mi vida, mis acciones, trabajos y padecimientos. No quiero ser en adelante más que una víctima consagrada a vuestra gloria; abrasada por ahora, y un día, si os place, completamente consumida en las sagradas llamas de vuestro amor. Os ofrezco, pues, ¡oh Señor mío y Dios mío!, sí, os ofrezco mi corazón con todos los afectos de que es capaz, los cuales quiero que sean durante toda mi vida del todo conformes a los afectos del vuestro.
Heme aquí, pues, Señor, toda de vuestro Corazón; heme aquí toda vuestra. Oh Dios mío, ¡qué grandes son vuestras misericordias para conmigo! ¡Dios de majestad! Ay, ¿quién soy yo para que os dignéis aceptar el sacrificio de mi corazón? De aquí en adelante, este corazón será todo vuestro y las criaturas no tendrán parte alguna en él; verdad es que tampoco valen la pena. Sed en adelante, amable Jesús, mi padre, mi amigo, mi dueño y mi todo; no quiero vivir sino para Vos. Recibid, amable Salvador de los hombres, el sacrificio que el más ingrato de todos ofrece a vuestro Sagrado Corazón, para reparar los agravios que no han cesado de hacerle hasta este momento, correspondiendo tan mal a su amor. Poco es lo que le doy; pero al menos le doy todo lo que puedo darle y todo lo que sé que desea; y cuando le consagro este mi corazón, se lo doy para no recobrarlo jamás.
Enseñadme, oh mi amable Salvador, el perfecto olvido de mí misma, único camino que puede darme la entrada que deseo en vuestro Corazón sagrado; y puesto que nada haré en adelante que no sea para Vos, ayudadme para que todo lo que haga sea digno de Vos. Enseñadme lo que debo hacer para llegar a la pureza de vuestro amor; pero dadme este mismo amor y amor muy vehemente y generoso. Dadme esa profunda humildad, sin la cual me sería imposible agradaros, y cumplid en mí perfectamente y en todo vuestra santísima voluntad, en el tiempo y en la eternidad. Así sea.
XXXI
Acto de desagravio al Sagrado Corazón de Jesucristo
¡Adorabilísimo y muy amable Jesús, siempre lleno de amor a nosotros, siempre conmovido con nuestras miserias, siempre apremiado del deseo de darnos parte en vuestros tesoros y de daros Vos mismo todo a nosotros! Jesús, Salvador mío. Dios mío, que por el exceso del más ardiente y prodigioso de todos los amores, os habéis puesto en estado de víctima en la adorable Eucaristía, en donde os ofrecéis por nosotros, en sacrificio, un millón de veces cada día, ¿qué sentiréis Vos al no hallar en el corazón de la mayoría de los hombres más que dureza, olvido, ingratitud y desprecio por tanto amor?
¿No era bastante, oh Salvador mío, haber tomado el camino más penoso para salvarnos, aun cuando podíais demostrarnos vuestro excesivo amor a mucho menos precio? ¿No era bastante someteros una vez a esa cruel agonía y a ese mortal abatimiento causado por la horrible representación de nuestros pecados que cargaban sobre Vos? ¿Por qué querer exponeros todos los días a todas las indignidades de que era capaz la más negra malicia de los hombres y de los demonios? ¡Ah Dios mío y mi amabilísimo Redentor: ¿qué sentiría vuestro Sagrado Corazón a vista de tantas ingratitudes y tantos pecados? ¿Qué amargura tan íntima lo atribularía a vista de tantos sacrilegios y ultrajes?
Movida de un extremo pesar por todas esas indignidades, heme aquí postrada y anonadada delante de Vos, para desagraviaros ante el cielo y la tierra, de todas las irreverencias y ultrajes que habéis recibido en nuestros altares, desde la institución de este adorable Sacramento. Con un corazón humillado y traspasado de dolor, os pido mil y mil veces perdón de todas esas indignidades.
¡Que no pueda yo, oh Dios mío, regar con mis lágrimas y lavar con mi sangre todos aquellos lugares en que vuestro Sagrado Corazón ha sido horriblemente ultrajado y en donde con tan incomprensible desprecio se recibieron las señales de vuestro divino amor! ¡Que no pueda yo discurrir algún nuevo homenaje de humillación y de anonadamiento, para reparar tantos sacrilegios y profanaciones! ¡Que no pueda hacerme, por un momento, dueño de los corazones de todos los hombres para reparar de algún modo, con el sacrificio que os haría de todos ellos, el olvido e insensibilidad de todos los que no han querido conoceros, o que después de conoceros os han amado tan poco!
Pero, ¡oh mi amable Salvador!, lo que me llena más de confusión, lo que todavía me debe hacer gemir más, es que yo misma he sido del número de esos ingratos.
¡Dios mío! Vos veis hasta el fondo de mi corazón; Vos sabéis el dolor que siento a la vista de mis ingratitudes y el pesar que tengo por haberos tratado tan indignamente. Bien sabéis lo dispuesta que me encuentro a sufrir y hacer todo lo necesario para repararlas. Heme aquí, pues, Señor, con el corazón destrozado de dolor, humillada, prosternada y pronta a recibir de vuestra mano todo lo que queráis exigir de mí para reparar tantos ultrajes. Herid, Señor, herid: yo bendeciré y besaré cien veces la mano que descargue sobre mí tan justo castigo.
¡Que no sea yo una víctima digna de reparar tantas injurias! ¡Que no pueda yo regar con mi sangre todos los lugares en que vuestro sagrado cuerpo fue arrastrado por el suelo y pisoteado! Demasiado feliz sería yo si pudiera, aun a costa de todos los tormentos posibles, reparar tantos y tan impíos ultrajes y desprecios. Ya que no merezco tal gracia, aceptad, al menos, mis sinceros deseos.
Recibid, Eterno Padre, este acto de desagravio que os ofrezco en unión del que el Sagrado Corazón os hizo en el Calvario y del que os ofreció al mismo tiempo María al pie de la Cruz de su Hijo. Os ofrezco también las súplicas y las reparaciones del mismo Sagrado Corazón. Perdonadme tantas indignidades e irreverencias cometidas y haced eficaz con vuestra gracia la voluntad que tengo y la resolución que tomo, de no descuidar nada en razón de amar ardientemente y honrar cuanto pueda a mi Soberano, mi Salvador y mi Juez.
Creo que está realmente presente en la adorable Eucaristía; y con tal respeto me presentaré delante de Él y con tal asiduidad le obsequiaré, que daré bien a entender mi fe en su presencia real.
Y porque hago profesión de honrar de un modo especial al Sagrado Corazón de Jesús, en él es donde quiero pasar el resto de mi vida. Concededme, Señor, la gracia que os pido de exhalar en ese Corazón mi último suspiro a la hora de mi muerte. Así sea.
XXXII
Oración para la Santa Misa
Oh Padre Eterno, permitid que os ofrezca el Corazón de Jesucristo, vuestro Hijo muy amado, como Él mismo se os ofrece en sacrificio. Recibid, si os place, esta ofrenda por mí junto con todos los deseos, sentimientos, afectos, movimientos y acciones de este Sagrado Corazón. Todos son míos, puesto que se inmola por mí; no quiero tener en adelante otros deseos que los suyos. Recibidlos en satisfacción de mis pecados para concederme (en cambio) por sus méritos todas las gracias que me son necesarias, sobre todo la gracia de la perseverancia final. Recibidlos como otros tantos actos de amor, de adoración y de alabanza, que ofrezco a vuestra divina Majestad, puesto que sólo por Él sois dignamente honrado y glorificado. Amén.
XXXIII
Acto de esperanza y de contrición
Oh Salvador de mi alma, me siento infinitamente obligada a vuestra misericordia; pero nada aprecio tanto como el amor en que os consumís por mi salvación. Confieso que en agradecimiento a tan señalado favor, estoy de tal modo obligada a morir a mí misma, para no vivir ni respirar sino para Vos, que si falto a este deber, soy indigna de la vida. ¡Oh mi Divino Redentor!, en vida o en muerte me entrego toda a Vos; me es indiferente que me hagáis vivir o que me hagáis morir; me da lo mismo. Todo lo acepto con tal de que no permitáis que ni la vida ni la muerte me separen jamás de Vos.
¡Oh única esperanza mía!, no permitáis que me pierda en vuestra misma presencia después de haberme salvado con tantos trabajos. ¡Ay!, no sé yo qué será de mí; pero sé bien que, así como puedo salvarme por vuestra gracia, puedo condenarme por mi malicia. Mucho espero de vuestra gracia, pero me da miedo y me hace temblar mi malicia. En esta incertidumbre, no tengo otro recurso que los méritos de vuestra Cruz. La abrazo con todo mi corazón como la última tabla de salvación en mi naufragio. ¡Ay, Salvador mío!, honrad vuestra muerte salvándome; manifestad su gloria haciéndome feliz; consumad y terminad en mí lo que falta a vuestros sufrimientos; concededme el efecto de vuestros méritos; hacedme tal cual me deseáis, a fin de que pueda reconocer eternamente lo que vale un Dios muriendo, lo que debo a vuestra muerte.
Desgraciado de aquel que ve morir a un Dios por su amor y que no deja de ofenderle. Creo que el infierno es demasiado suave para castigar tamaña ingratitud. ¡Cómo!, después de haber muerto un Dios en la Cruz por mí; después de haberlo agotado todo para enseñarme a no ofenderle más, ¿puedo volver aún a pecar? Ah Dios mío, perdón, perdón para esta miserable pecadora y fuerzas para no pecar más y para hacer, siempre y en todo, vuestra santa voluntad.
¡Oh, mi adorable Maestro!, detesto mi pecado desde el Corazón de mi Salvador; amo a mi Dios desde el Corazón de su Hijo; como el Corazón de Jesús ha detestado, deplorando mis ofensas, yo las detesto también. Las lágrimas que de sus ojos ha vertido, son mías, pues todo me lo habéis dado, ¡oh Padre Eterno!, y por esto os ofrezco su dolor para suplir el mío. Si yo he practicado el mal, Jesús ha practicado el bien; el uno y el otro son míos. Si miráis al uno, tened en cuenta el otro. Aún me atrevo a deciros que, al ofrecéroslo, os doy más de lo que os había quitado; pues como mucho más bueno es mi adorable Jesús que yo mala, el bien que Él ha hecho, es mucho mayor que el mal que yo he cometido. Así sea.
XXXIV
Entrega de nuestro corazón, como aguinaldo, al Corazón de Jesucristo
¡Oh Jesús!, mi queridísimo Esposo y único todo, a quien reconozco y adoro como a mi Dios y mi último fin: aquí me presento a vuestra divina Majestad para ofreceros mi corazón en perfecto holocausto y ofreceros el homenaje que os debo de mi más completa sumisión y el verdadero y perfecto amor que como Señor mío y Rey mío me pedís. Protesto que desde este momento aparto mi corazón de todo lo creado, para ponerlo en vuestras divinas manos. Este es el presente que hoy os ofrezco, oh Verbo encarnado: mi corazón. Aceptadlo, si os place, y tomad posesión de él como de cosa completamente vuestra. Sed su dueño, su fuerza y su asilo seguro en todos sus trabajos y su piloto para hacerle llegar con felicidad al puerto deseado de salvación.
Y porque sois, mi amable Jesús, infinitamente bueno, me tomo la confianza de haceros hoy una humilde súplica; y es que, sin hacer caso de mi indignidad, me deis como aguinaldo un regalo más deseable y estimable para mí, sin comparación, que todo el mundo; que me deis vuestro Divino Corazón, recibiéndome en el número de vuestros más queridos amigos. Concededme este divino presente, oh generoso Señor mío, a fin de que, así como por amor os he dado y os doy de nuevo mi corazón para que sea todo vuestro, así también por vuestra gracia y misericordia me admitáis, os suplico, en el número de vuestras esclavitas. Quiero comenzar así felizmente este año en Vos y pasarlo y terminarlo felizmente con Vos y por Vos, y sin cometer ninguna falta voluntaria, mortal ni venial.
Renovad completamente el estado de mi alma, oh mi divino Jesús, y tomad entera y perfecta posesión de todo mi ser, el cual dedico y consagro en perfecto holocausto de amor a vuestro amable Corazón. Haced de mi pobre y mezquino corazón un paraíso de vuestras delicias, con las flores y frutos de las sólidas virtudes de humildad, mansedumbre, sencillez; abrasadlo sobre todo en un vivo y ardiente deseo de vuestro amor; que el único objeto de todas mis aspiraciones sea agradaros a Vos, a fin de que en el momento en que me saquéis de esta vida, no muera de otra muerte que la de vuestro amor y por vuestro amor. Así sea.
XXXV
Renovación de nuestra entrega al Sagrado Corazón de Jesús
Cuando miréis al Divino Corazón de Jesús, o le toméis en vuestras manos, acordaos de dar otra vez el vuestro a Jesucristo y decid:
¡Oh, mi amable Jesús!, aun cuando hace ya tiempo que os he dado mi corazón, os lo ofrezco, sin embargo, ahora y consagro de nuevo. ¡Oh único objeto de mi amor!, ¡oh delicias de mi alma!, dadme vuestro Corazón; amadme, buen Jesús, y estoy contenta.
Oh queridísimo y divino Corazón de mi Jesús, ¡qué caricias os haría si os poseyera!
¡Cómo os abrazaría! Oh Corazón todo amable, mil veces os besaría y me pondría de rodillas para adoraros; mil veces os apretaría estrechamente contra mi pecho, a fin de abrasarme con las llamas con que Vos os abrasáis. Oh Corazón sagrado, Corazón encendido, Corazón abrasado, Corazón divino, que habéis respirado y suspirado tantas veces por mí; no quiero de aquí en adelante respirar sino por Vos. ¡Oh buen Jesús!, separad de mi pobre corazón todo lo que os desagrade, y hacedlo manso, sencillo y humilde.
Oh, mi querido Esposo, ¡qué confusión para mí! Os he dado tantas veces mi corazón y con harta perfidia os lo he robado para dárselo a las criaturas. Ah, pobre corazón mío: vuelve a tu principio y no te separes más de él, pues de otro modo perecerás. ¡Oh Corazón sagrado de mi Jesús, Esposo querido! Muchas veces me he apartado de Vos y alejado de vuestras divinas perfecciones. Recibidme, sin embargo, de nuevo, aunque nada hay tan puro como Vos, que sois la misma pureza y santidad, y nada tan impuro como yo. Vos sois una hoguera encendida de amor, y yo tengo un corazón más duro que el mármol y más frío que el hielo. Vos habéis vivido siempre, a pesar de vuestras grandezas, anonadado y abatido; y yo que no soy más que polvo, más vil que un gusano, ¿quiero aparecer y ensalzarme?
¡Oh, mi amable Jesús!, no permitáis ya más este desorden; concededme, por el contrario, que viva estrechamente unida a Vos y oculta en vuestro Divino Corazón, al cual elijo por mi perpetua morada en el tiempo y en la eternidad. Así sea.
SECCIÓN IV
ORACIONES AL VENERABLE PADRE DE LA COLOMBIÈRE
XXXVI
Con licencia de la santa obediencia, conservo esta imagen del bienaventurado P. Claudio de la Colombière, mi buen protector. Él me asistirá, si le place, con su santa y poderosa intercesión cerca del Sagrado y adorable Corazón de Jesucristo.
Oh bienaventurado P. Claudio de la Colombière, yo os tomo por mi intercesor ante el Sagrado Corazón de Jesucristo. Alcanzadme de su bondad la gracia de no resistir a los designios que tiene sobre mi alma y de convertirme en perfecta imitadora de las virtudes de su Divino Corazón. ¡Oh, mi buen protector!, espero de vos el caritativo socorro de vuestra santa intercesión y que me asistiréis, no solamente durante esta vida mortal, sino particularmente en la hora de mi muerte, contra los asaltos del demonio. Alcanzadme, os suplico, ¡oh gran santo!, la gracia de morir con la muerte mística para que llegue antes la muerte natural. Amén. Dios sea bendito.
XXXVII
Letanías del Bienaventurado P. Claudio de la Colombière
San Claudio de la Colombière, devotísimo de la Madre de Dios, San Claudio, espejo de todas las virtudes,
San Claudio, imitador de Jesucristo, San Claudio, víctima del amor divino,
San Claudio, obedientísimo a la voluntad de Dios, San Claudio, viva imagen de perfección,
San Claudio, que vivisteis desprendido de todos los intereses del mundo en servicio del prójimo,
San Claudio, hombre de oración,
San Claudio, lleno de dones celestiales,
San Claudio, todo de Dios y dedicado todo a la salvación del prójimo, San Claudio, torrente de divinas consolaciones,
San Claudio, campo del paraíso de la Iglesia, San Claudio, lirio plantado en tierra virgen, San Claudio, santuario de gracias,
San Claudio, fiel observante de la ley del Altísimo,
San Claudio, cuyas palabras y ejemplos nos han llevado por el camino de salvación,
San Claudio, hombre justo y fiel a Dios, San Claudio, predicador de la penitencia,
San Claudio, cuya lengua ha sido como el órgano del Espíritu Santo,
San Claudio, que empleasteis toda vuestra elocuencia en publicar las grandezas de Dios,
San Claudio, que habéis convertido los pecadores a penitencia,
San Claudio, que habéis atraído a los herejes a una verdadera conversión,
San Claudio, sol de perfección, San Claudio, ángel de pureza,
San Claudio, varón según el Corazón de Dios, San Claudio, semilla del Evangelio,
San Claudio, voz de los Apóstoles, San Claudio, antorcha del mundo, San Claudio, huésped de Jesucristo,
San Claudio, alegría de vuestros padres, San Claudio, honra de vuestra Patria, San Claudio, hombre enseñado por Dios,
San Claudio, que habéis bebido en la fuente de la divinidad, San Claudio, escudo de la fe católica,
San Claudio, martillo de los herejes,
San Claudio, que sufristeis calumnias y prisiones por la fe de Jesucristo,
San Claudio, que muchas veces arriesgasteis vuestra vida por la conversión de los herejes,
San Claudio, glorioso mártir en el deseo,
San Claudio, que expirasteis en el Sagrado Corazón de Jesucristo,
San Claudio, cuya muerte santa correspondió a la santidad de vuestra vida,
VERSÍCULO
Bienaventurado P. de la Colombière, alcanzadnos del Cielo.
RESPUESTA
La gracia de vivir y morir en el Sagrado Corazón de Jesucristo.
ORACIÓN
Oh glorioso Santo, que fuisteis prevenido de celestiales gracias cuya mortificación fue tan generosa y continua, que os privasteis de todo placer por amor de Jesucristo y llegasteis a ser infatigable en la conversión de los herejes y en la salvación de las almas; que os distinguisteis en el fervor, amor de Dios y continua presencia de su divina Majestad y en una severa fortificación de vuestros sentidos; cuya vida y costumbres expresaron con toda fidelidad las de Jesucristo alcanzadnos la gracia de que, imitando vuestras virtudes en este mundo, obtengamos la gracia de adorar eternamente con vos en el cielo al Sagrado Corazón de Jesús, por los méritos e intercesión de Jesús, María y José. Así sea.
Otra oración al Bienaventurado P. de la Colombière
Oh Dios eterno y todopoderoso, que nos habéis dado en estos últimos siglos un modelo de toda santidad en la persona del bienaventurado P. Claudio de la Colombière, vuestro fiel siervo en la Compañía de Jesús: os suplicamos que nos concedáis, por su santa y poderosa intercesión ante el Sagrado Corazón de Jesucristo, la gracia de imitarle en sus virtudes de caridad, sencillez y humildad, a fin de que podamos nosotros llegar a la eterna felicidad por el mismo Jesucristo que vive y reina por los siglos de los siglos. Así sea. Amén.
XXXVIII
Letanías en latín del Venerable P. de la Colombière
Venerande Pater Claudi Columbari, imitator Jesu Christi, Venerande Pater Claudi Columbari, victima amoris divini,
Venerande Pater Claudi Columbari, obedientissíme voluntati divinae,
Venerande Pater Claudi Columbari, vir secundum cor Dei, Venerande Pater Claudi Columbari, fidelis observator legis
Altissimi,
Venerande Pater Claudi Columbari, piissime erga beatam Virginem,
Venerande Pater Claudi Columbari, speculum virtutum om nium, Venerande Pater Claudi Columbari, imago perfectionis,
Venerande Pater Claudi Columbari, sanctuarium gratiarum divinarum,
Venerande Pater Claudi Columbari, lilium virginale, Venerande Pater Claudi Columbari, praedicator paenitentiae, Venerande Pater Claudi Columbari, organum Spiritus Sancti, Venerande Pater Claudi Columbari, panegyrista divine, Venerande Pater Claudi Columbari, ardentissime in Deum,
Venerande Pater Claudi Columbari, addictissime proximo, Venerande Pater Claudi Columbari, humilis inter honores, Venerande Pater Claudi Columbari, angele in puritate, Venerande Pater Claudi Columbari, vir orationis amantissime, Venerande Pater Claudi Columbari, plene fide, spe et caritate,
Venerande Pater Claudi Columbari, qui adduxisti peccatores ad paenitentiam,
Venerande Pater Claudi Columbari, qui adduxisti haereticos ad veram conversionem,
Venerande Pater Claudi Columbari, quem caelum gloria cumulavit, Venerande Pater Claudi Columbari, quem Deus mirabiliter docuit, Venerande Pater Claudi Columbari, vox apostolorum,
Venerande Pater Claudi Columbari, honor patriae viennensis, Venerande Pater Claudi Columbari, scutum fidei catholicae, Venerande Pater Claudi Columbari, martyrii amantissime,
Venerande Pater Claudi Columbari, qui calumniam et carcerem pro fide Jesu Christi patienter sustulisti,
Venerande Pater Claudi Columbari, qui martyrium voluntate et re cum gaudio suscepisti,
Venerande Pater Claudi Columbari, qui dulciter et suaviter mortuus es in sacro Corde Jesu Christi,
Venerande Pater Claudi Columbari, cuius pretiosissima mors respondit vitae purissimae et sanctissimae.
ANTÍFONA
O Pater venerande, precare Deum ut vivam us et moriamur in sacro Corde dulcissimi Domini nostri Jesu Christi.
OREMUS
O Pater colendissime, quem Deus replevit donis caelestibus; cuius mortificatio nullam adm isit voluptatem; cuius caritas Deum praetulit et proximum rebus omnibus; cuius zelus nullum passus est limitem in convertendis baereticis; cuius vox confregit impiorum animos; cuius mores, virtutes et habitus amorem Christi in omnium cordibus impressere; cuius vita sanctissima fuit; cuius patientia fuit invictissima; cuius mansuetudo maxime fuit laudanda; cujus silentium fuit in morbis et doloribus mirandum: o Pater colendissime, cujus virtutes fuerunt innumerae, impetra nobis tuis precibus ut moriamur mundo et vivamus caelo. Amen.