La devoción al Sagrado Corazón en los Siglos XVIII a XXI

El Sagrado Corazón en los Siglos XVIII a XXI

 Síntesis

 

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Después de la muerte de Margarita María el culto de reparación al Sagrado Corazón se difunde rápidamente en el Pueblo de Dios, a través de la promoción de los Padres Jesuitas y de los Monasterios de la Visitación; pero debe enfrentar muchos obstáculos para su reconocimiento por la Jerarquía eclesiástica.A fines de siglo XVII y principios del XVIII se publican  opúsculos, novenas y letanías sobre la devoción al Sagrado Corazón. El libro del P. Croiset: La devoción al Corazón de Nuestro Señor Jesucristo contribuye a difundirlo. Espontáneamente van surgiendo asociaciones y cofradías, llegando, en 1743, al número de 702. En la primera mitad del siglo XVIII, san Luis M. Grignon de Monfort promueve esta devoción y en la segunda lo hace san Alfonso María de Ligorio, quien publica una novena en 1758.

 

En 1693 Inocencio XII, ante la afluencia de peregrinos, concede la indulgencia plenaria a quienes comulgaren el viernes de la Octava del Corpus Domini en la capilla del Monasterio de Paray-le-Monial. En 1697, a instancias de los jesuitas y las visitandinas, María d’Este, la Reina de Inglaterra exiliada en Saint Germain, solicita al Papa Inocencio XII la institución de una fiesta en honor del Sagrado Corazón, pero la Congregación de Ritos, bajo pretexto de novedad, se niega a concederla. Entonces el Papa autoriza a los Conventos de la Visitación a celebrar la misa de las cinco llagas -una fiesta ya conocida en la Edad Media-, el viernes de la octava de Corpus Domini. Para los fieles, esta es la fiesta del Sagrado Corazón, y la devoción continúa difundiéndose.

 

Surgen entonces otras místicas, que reeditan los motivos ya clásicos de relación espiritual con el Corazón divino del Salvador. En Marsella, la visitandina Ana Magdalena Rémuzat es elegida como víctima del Sagrado Corazón. Ella inspirará al obispo Belsunce, al tiempo de la Peste Amarilla de 1720, a instituir la fiesta del Corazón de Jesús y consagrarle su diócesis, obteniendo inmediatamente la cesación del flagelo. Ante este signo, otros obispos comienzan a instituir esta fiesta en sus diócesis. En 1722 se eleva un nuevo pedido a Roma, de aprobación de la Misa y el Oficio, pero es nuevamente rechazado.

También en España, en Valladolid, dos jesuitas son honrados con visiones del Sagrado Corazón: el P. Agustín Cardavéraz, en 1727, y Bernado Hoyos en 1733. Su influjo fue considerable en la península ibérica. En este período vuelve a renovarse en el Pueblo de Dios, la conciencia de la relación entre el Sagrado Corazón y santa Gertrudis, lo que lleva a la aprobación de su fiesta para la Iglesia de Alemania en 1738, extendiéndose a toda la Iglesia en 1739.

 

Pero es necesario esperar a 1765, con Clemente XIII para ver instituida la fiesta del Sagrado Corazón. Entonces el Rey de Polonia, junto con unos ciento cincuenta arzobispos y obispos solicitan al Papa la aprobación de la fiesta; la Archicofradía Romana del Sagrado Corazón también pide este privilegio. Clemente XIII, que antes de ser Papa era miembro de esta asociación, concede entonces la celebración de la fiesta, al Reino de Polonia y a la archicofradía romana; otros reinos y congregaciones religiosas solicitan el mismo privilegio, y meses más tarde, en el mismo año 1765, se aprueba la Misa y el Oficio del Sagrado Corazón de Jesús.

Pero en 1773 Clemente XIV suprime la Compañía de Jesús, agente principal de este culto. En Austria, Francisco José hace suprimir de todas las iglesias la imagen del Sagrado Corazón. En Italia, el obispo de Pistoia, prohíbe su culto en 1786. Durante la Revolución francesa se suprimen todas las cofradías del Sagrado Corazón.

Sin embargo, en plena revolución la devoción continúa expandiéndose mediante asociaciones clandestinas. Después de las guerras de la revolución y del imperio, en el siglo XIX, adquiere su mayor impulso. Muchos obispos consagran sus diócesis al Sagrado Corazón.

Este período coincide con un nuevo auge de la figura de Santa Gertrudis, por obra, principalmente de Dom Guéranger, restaurador del monacato benedictino en Francia. Este Abad descubre sus obras a través del Espejo de Monjes de Luis de Blois, y toma la figura de santa Gertrudis, como modelo de espiritualidad litúrgica y de vida benedictina. Dom Guéranger es al mismo tiempo, según la sensibilidad de su época, un gran promotor del culto al Sagrado Corazón de Jesús.

A través de su difusión de la obra de Santa Gertrudis, los defensores del Sagrado Corazón, descubren a Santa Gertrudis como precursora de esta devoción, sin caer en la cuenta que en los siglos XVII y XVIII ya se la veneraba por este título; es que la Revolución Francesa había supuesto una cierta ruptura con la tradición anterior, que muy lentamente, comenzaba a recuperarse.

 

En 1833, en forma masiva, cardenales, obispos, sacerdotes y religiosos, fundadores y renovadores de órdenes religiosas, suplican al Papa la extensión de la fiesta a toda la Iglesia. Entre ellos, cuenta, por su gran peso ante el Papa, la firma de Dom Guéranger.

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Dom Guéranger

En 1856, finalmente, la Sagrada Congregación de ritos prescribe para toda la Iglesia la celebración de la fiesta del Sagrado Corazón el viernes que sigue a la fiesta del Corpus Christi, y en 1889 se eleva al rango hoy equivalente a Solemnidad. Durante los siglos XIX y XX se multiplican las obras apostólicas y surgen nuevas congregaciones religiosas, hospitalarias, de enseñanza, de misión, de caridad, que se ponen bajo el patrocinio del Sagrado Corazón.

En 1875 a los 200 años de las apariciones de Paray-le-Monial, Pio IX autoriza la consagración de la Iglesia entera al Corazón de Jesús y él mismo le consagra su persona. A partir de aquí muchos soberanos de naciones consagran sus países al Corazón de Jesús.

 

También en 1824 León XII aprueba la introducción de la causa de beatificación de Margarita María; en 1846 es beatificada y canonizada en 1920. En 1928 el Papa Pío XI dedica la encíclica Miserentissimus al Sagrado Corazón de Jesús y extiende la fiesta de la Santa a la Iglesia universal.

 

Las grandes dificultades que debió afrontar el culto al Sagrado Corazón revelado a santa Margarita María para su aprobación, trajeron como consecuencia que, en los últimos siglos, la conciencia del Pueblo de Dios vinculara la devoción al Sagrado Corazón, más unilateralmente, con la forma cultural que adquiriera a partir del siglo XVII, dejando en la sombra sus hondas raíces bíblicas, su constante presencia en la tradición de la Iglesia y el aporte de otras figuras significativas en la historia de su desarrollo.

 

Sin embargo, los Papas del siglo XX han recordado en forma constante estas profundas raíces bíblicas y tradicionales, señalando a las figuras más características en el decurso de su historia: Pío XII en su encíclica Haurietes aquas (1956) dedicada al Sagrado Corazón de Jesús, Pablo VI en 1965, en la carta a los obispos Investigabilis, a los 200 años de la institución de la fiesta; Juan Pablo II en la Carta al Prepósito de la Compañía de Jesús del 5 de octubre de 1986, y Benedicto XVI en  sendo Mensaje al Prepósito General de los Jesuitas, del 15 de mayo de 2006, con ocasión del 50 aniversario de la publicación de la encíclica Haurietes Aquas de Pío XII.

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Síntesis

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús se plasma como devoción autónoma en el siglo XVII en Francia, principalmente a partir de las revelaciones de santa Margarita María Alacoque. Sin embargo, santa Margarita María no constituye un caso aislado dentro de su tiempo, sino que se integra en el contexto de las corrientes espirituales vigentes en su época.

 

El siglo XVII fue el siglo del Sagrado Corazón, y lo fue en gran medida por la difusión y masiva aceptación de la obra de santa Gertrudis, que en este mismo siglo es inscripta en el catálogo de los Santos, como consecuencia de la generalización de su culto.

 

Las revelaciones de santa Margarita María narradas en sus escritos, reconocen dependencias de las visiones de santa Gertrudis y santa Matilde, en cuanto a la simbología e imágenes en que se expresan y en cuanto a la dinámica relacional que entablan entre el Sagrado Corazón y la vidente. Al mismo tiempo, estas revelaciones reflejan los rasgos culturales y la mentalidad de su tiempo, así como sus preocupaciones e intereses.

 

La influencia del imaginario de santa Gertrudis en las visiones de santa Margarita María ha podido ser directa, a través de las lecturas de las vidas de Santos, biografías y noticias de la Santa que circulaban en su ambiente, como también indirecta, a través de hombres y mujeres santos o con reconocida autoridad espiritual en su tiempo -como san Francisco de Sales, santa Juana de Chantal, Berulle, los Oratorianos, etc.-, todos ellos impregnados del fervor vigente al Sagrado Corazón e imbuidos de la obra de santa Gertrudis.

 

Por otro lado, estos santos y fundadores han pasado a los siglos posteriores como punto de referencia de las obras que ellos iniciaron, dejando un poco en la sombra las influencias de las que pudieron valerse en su tiempo. Sin embargo, el hecho que santa Gertrudis fuera, a lo largo de los siglos, generadora de movimientos de renovación e inspiradora de santos y santas que luego brillaron con su personalidad propia, más que menguar su carisma de doctora, constituye un motivo para su reconocimiento.

 

Papa Pio XII

Papa Pio XII

El Papa Pío XII establece en la Encíclica Haurietes Aquas que las revelaciones de santa Margarita María no añaden nada nuevo a la doctrina católica sobre el Corazón del Salvador, es decir al contenido derivado de la Sagrada Escritura, presente ya en la tradición espiritual de la Iglesia. Aportan, sí, la configuración autónoma de la devoción, ligada a un conjunto de prácticas y oraciones especiales, y el reconocimiento de una fiesta específica en el ciclo litúrgico de la Iglesia, para celebrar este aspecto del misterio de Cristo.

 

La doctrina de la reparación que surge de las revelaciones transmitidas por santa Margarita María refleja la concepción antropológica de su época, tributaria del dualismo cartesiano y del pesimismo de raíz protestante difundido en su tiempo. Este último afirma que la naturaleza humana ha sido corrompida por el pecado; que la justificación por la gracia no repara esta herida, sino que omite meramente la  imputación de la culpa; y que esta gracia no es concedida a todos, sino solo a los predestinados. Esta concepción pesimista del ser humano subyace al error del jansenismo.

 

Las revelaciones del Corazón de Jesús concedidas a santa Margarita María, restañan el jansenismo, volviendo a poner el acento en el amor divino, gratuito y precedente de Dios, más allá de todo mérito. Pero lo remedian desde sus mismos presupuestos antropológicos, los cuales ya no responden a la sensibilidad de nuestra época. De ahí que esta devoción hoy pierde fuerza y vigencia, en cuanto se la considera dolorista, superada, ligada al pasado.

 

Sin embargo, la doctrina de la Reparación no es intrínseca al dogma cristológico del Corazón divino y humano del Salvador, sino que es la forma cultual que la devoción adquirió en un tiempo histórico preciso. Conviene aquí distinguir entre el contenido dogmático y el contenido devocional. La doctrina de la reparación y sus prácticas propias, son una forma devocional, entre otras que se han dado históricamente, para poner en contacto a los fieles con el misterio central del la fe condensado en el Corazón divino y humano de Jesús.

 

En este sentido, el Magisterio en el siglo XX ha insistido en que el culto al Corazón de Jesús no constituye una devoción más entre otras, sino que es el compendio de la fe, el resumen de toda religión. Señala Pío XII en Haurietes Aquas:

 

“El culto al Sagrado corazón se considera en la práctica como la más completa profesión de la religión cristiana. Verdaderamente la religión de Jesucristo se funda toda en el Hombre-Dios Mediador, de manera que no se puede llegar al corazón de Dios sino pasando por medio del Corazón de Cristo (…). El corazón de nuestro Salvador, en cierta manera, refleja la imagen de la Divina Persona y asimismo de sus dos naturalezas: humana y divina; en Él podemos considerar, no solo un símbolo, sino también como un compendio de todo el Misterio de nuestra redención”.

 

Por lo tanto, cualquiera sea la forma cultural que la devoción al Corazón de Jesús revista en cada tiempo, resulta siempre actual y constituye siempre la mejor respuesta a las necesidades de cada época.

El Papa Juan Pablo II decía que “los elementos esenciales de esta devoción pertenecen de manera permanente a la espiritualidad propia de la Iglesia a lo largo de toda la historia”. Y también: “esta devoción corresponde más que nunca a las esperanzas de nuestro tiempo”. Con esta convicción exhortaba a los fieles a promoverla, buscando “los medios más aptos para presentarlos y practicarlos, a fin de que el hombre de hoy con su mentalidad y sensibilidad propias, en este culto descubra la verdadera respuesta a sus interrogantes y sus esperanzas” [6]

 

Más recientemente, Benedicto XVI ratificaba su actualidad para nuestro tiempo:

 

“Este misterio del Amor que Dios nos tiene no solo constituye el contenido del culto y de la devoción al Corazón de Jesús: es al mismo tiempo, el contenido de toda verdadera espiritualidad y devoción cristiana. Por lo tanto, es importante subrayar que el fundamento de esta devoción es tan antiguo como el cristianismo. Por eso este culto, totalmente orientado al amor de Dios que se sacrifica por nosotros, reviste una importancia insustituible para nuestra fe y para nuestra vida en el amor”.

 

Y dado que su contenido se refiere al núcleo de la fe, el culto al Corazón Sacratísimo de Jesús, tiene la virtud intrínseca de actuar a lo largo de la historia de la Iglesia, como correctivo práctico en la piedad del pueblo de Dios, de los errores y desviaciones del dogma cristológico que se dan en cada época.

 

Por lo tanto, lejos de haber cumplido ya su cometido, resulta sumamente oportuno en nuestro tiempo. En la relación previa al Sínodo de la nueva Evangelización, el cardenal Wuerl señalaba: “Hoy, conceptos como la encarnación, la resurrección, la redención, el sacramento y la gracia -temas centrales de la teología usados para explicar nuestra fe en Jesucristo- tienen poco significado para el católico y para quien se ha alejado del catolicismo en una cultura en la que prevalece el racionalismo”.

 

Ahora bien, la actualización y renovación de la devoción al Sagrado Corazón, para que responda a las aspiraciones y esperanzas de los hombres y mujeres de hoy, requiere una relectura desde una concepción antropológica adecuada. La respuesta a las inquietudes de la humanidad de hoy, debe buscarse en la fuente perenne de la Escritura y la Tradición de la Iglesia. Así como el movimiento espiritual del Siglo XVI supo traducir esta tradición de un modo adecuado a su tiempo, así también nosotros estamos llamados a acogerla hoy, según los desafíos y las necesidades de nuestra época.

La antropología que anima los escritos de santa Gertrudis ofrece una base muy adecuada para esta reformulación, en cuanto que resuma el optimismo antropológico propio de la Edad Media, más cercano a las fuentes bíblicas y patrísticas. Sea ésta una perspectiva auspiciosa para el reconocimiento del carisma de santa Gertrudis, como Doctora de la Iglesia de todos los tiempos.