El 12 de Mayo (403), San Epifanio, Obispo de Salamina, el cual enseña que los muertos que resucitaron por nuestro Señor el día de Pascua, fueron resucitados en virtud de la sangre y agua salidos del Costado de Jesús; compara a la Iglesia saliendo de este Costado abierto, con Eva saliendo del costado de Adán.
El 30 de septiembre (420), San Jerónimo. Propone la Llaga del Costado como fuente de la gracia y cuna de la Iglesia.
El 28 de Agosto (355-430), San Agustín. Se cuentan, por lo menos, dieciséis pasajes notables, en los cuales el Santo Doctor expone, con su talento acostumbrado, los efectos de la herida del Costado. En su Manual exclama: confiese toda lengua y diga: amemos siempre, amemos el Corazón del dulcísimo Jesús. Algunos autores quieren que recibió sobre su corazón la impresión milagrosa de la Llaga del Costado del Salvador, y apoyan su conjetura en estas palabras del gran Doctor: “Habéis lanzado a mi corazón una flecha de amor, que ha penetrado tan profundamente, que el hierro ha quedado en la herida.”
El 22 de junio (431), San Paulino, obispo de Nola, quien vio en la fuente que brotó de la roca bajo la vara de Moisés, una imagen del Corazón de Jesús abierto por la lanza; atribuye la sublimidad del Evangelio, según San Juan, al descanso de este sobre el pecho de Jesús.
El 28 de enero (444), San Cirilo, obispo de Alejandría. Entre los pasajes del Santo Doctor relativos al Sagrado Corazón, uno de los principales es aquel en que hace notar la crueldad del soldado al abrir el Costado del Salvador.
El 24 octubre (446), San Proclo, Arzobispo de Constantinopla, que compara la Llaga del Costado de Jesús a la abertura del costado de Adán.
El año 450 nos recuerda la entrada en el cielo de cuatro ilustres doctores del Sagrado Corazón.
El 24 de febrero, San Isidoro de Pelusa, quien presenta al Corazón de Jesús como una copa divina, llena de suavidad.
El 25 de junio, San Próspero de Aquitania, cuyos escritos proporcionaron a uno de sus comentadores piadosa reflexiones sobre la Llaga del Costado.
El 16 de noviembre, San Euquerio, Obispo de Lyon, hace ver en sus libros cuán terrible será para los malos, y cuán consolador para los justos en el día del juicio, la vista de la Llaga del Costado.
El 4 de diciembre, San Pedro Crisólogo, que con su gran elocuencia demuestra cómo la lanza de Longinos, al atravesar el costado de Jesús, hizo brotar un río de vida, y abrió el cielo que estaba cerrado.
El año 455 un artista cristiano representó simbólicamente sobre la tumba del emperador Valentiniano III al Sagrado Corazón y su reinado.
El 11 de abril (461), San León el grande; en sus obras explica porque el bautismo saca todas su virtud de la Llaga del Costado, y como Eva, formada de una costilla de Adán, es figura de la Iglesia que sale del Corazón del Salvador.
La misma enseñanza se ve en los escritos de San Máximo, obispo de Turín, cuya fiesta se celebra el 25 de junio (465).
El 27 de agosto (470), San Cesáreo, obispo de Arlés; compara al Corazón de Jesús a una urna divina llena del maná de la gracia. En otra de sus homilías describe la horrible sorpresa que se apoderara de los réprobos a la vista de las llagas del Salvador.
El 12 de marzo (480), la santa muerte del venerable Salviano, sacerdote de Marsella, que presenta en sus libros la Llaga del Costado como un imán eclesial que atrae maravillosamente las almas del amor divino.
El 21 de noviembre (492), San Gelasio, Papa; en un prefacio litúrgico ensalza a San Juan al descansar sobre el Corazón de Jesús: “En el pecho del Salvador, como de fuente eterna, bebió San Juan los raudales de su celestial doctrina.”
El día de Navidad (496), en el bautismo de Clodoveo, puede decirse que la nueva Francia cristiana fue invitada a entrar en el Sagrado Corazón, cuando una voz celestial dijo a los recién bautizados: “La paz sea con vosotros; soy yo, no temáis; permaneced en mi amor.”