Durante la era de las persecuciones, hay que buscar a los amigos del Sagrado Corazón, especialmente en las catacumbas. Los primeros cristianos, para prepararse al martirio, gustaban de recordar el amor del Salvador a los hombres: SIC DEUS DIELEXIT MUNDUM .
Por esta causa, en los muros de la Roma subterránea está con frecuencia representado el Sagrado Corazón de una manera simbólica: por la Roca de Horeb, de cuyo centro o brota un manantial; por el árbol de la vida, a cuyo pie corre una fuente; bajo la figura de un Vaso, donde van a picotear las palomas, o por el pozo de Jacob, al borde del cual está sentada la samaritana. ¡Qué consolador es pensar que la devoción al Sagrado Corazón, que ahora brilla como un esplendoroso día, iluminó simbólicamente las oscuridades de las catacumbas y las primeras edades de la Iglesia!
El 24 de junio de 1839 se descubrió en un, sobre una tumba cristiana del segundo siglo, la inscripción siguiente: Al Corazón Sagrado del Pez celestial.
En el lenguaje simbólico de los primeros siglos, nuestro Señor era representado bajo la forma de un Pez, porque las letras griegas que componen la palabra griega pez, son el anagrama o primeras letras del título de Cristo: “Jesu-Christo-Hijo de Dios-Salvador.”
¿Cuáles son los primeros servidores del Corazón de Jesús que de su contemplación y amor sacaron fortaleza para triunfar de las supersticiones pagadas y morir por amor suyo? Sus nombres están escritos en el Corazón Sagrado; la historia sólo nos recuerda un pequeño número:
El 3 de mayo (año 119) tuvo lugar el martirio del Papa San Alejandro I, de quien se dice en el Breviario Romano que “Prescribió mezclar en la misa el agua y el vino en memoria de la sangre y agua que brotaron del Costado de Cristo”.
El 26 de enero (año 166) celebra la iglesia la fiesta de San Policarpo, discípulo de San Juan. Este Santo Obispo de Smyrna enseña cómo la Sangre que salio del Corazón de Jesús essímbolo del martirio, y el Agua símbolo del Bautismo.
San Policarpo aprendió de San Juan los misterios del amor del Corazón del Salvador, y tuvo por discípulo a San Ireneo, Obispo de Lyon. Este fue martirizado el 28 de junio del año 177. Llevó a los galos una chispa del fuego divino, que quince siglos más tarde debía abrasar al mundo por la devoción al Sagrado Corazón.
Al nombre de San Ireneo hay que juntar los de San Ponticio y San Santos, martirizados en Lyon el 2 de junio. Se lee en las actas que “el diácono Santos permaneció firme e inquebrantable por estar fortificado con el agua viva que mana de la celestial fuente del Corazón de Cristo”.
En el siglo III, San Serapión, escribiendo contra los maniqueos, trae como principal argumento, para probar la realidad de la Encarnación, la llaga del Costado mostrada a Santo Tomás.
San Tertuliano, que murió el año 216, fue tenido en el congreso del Sagrado Corazón, celebrado en Tarragona 1880, como uno de los Padres que hablaron más elocuencia de la llaga del Costado.
Lo mismo sucede con Orígenes, muerto en el año 254. El Congreso le coloca entre los doctores del Corazón de Jesús. En efecto, Orígenes representa a San Juan, escudriñando en el Corazón de Jesús los secretos divinos; habla de la flecha de amor clavada en el Corazón Sagrado, de los tesoros ocultos que este corazón encierra y con los cuales quiere enriquecer al mundo.
El 16 de septiembre (258), San Cipriano, que en sus escritos habla de la herida del Costado, como representada en la abertura hecha en la roca por la vara de Moisés.
El 10 de septiembre, hacia el fin del siglo tercero, tuvo lugar en oriente el martirio de San Barypsabas, Solitario, de quien nos dicen las Actas que obró muchas curaciones y milagros con las reliquias de la sangre y agua del Costado de Jesús abierto por la lanza.
El 17 de noviembre venera la Iglesia San Gregorio el Taumaturgo, que fue instruido milagrosamente por San Juan en los misterios del amor del Verbo Encarnado. Murió el año 240.
Santa Lucía fue martirizada el 13 de diciembre de 303. Decía esta virgen el día de su martirio “mi alma es la cuna de Jesús, su Corazón late junto al mío”.
Hablando del martirio de Santa Inés, que tuvo lugar el 22 de enero (304), dijo a San Máximo: “el Corazón de Cristo le inspiró las respuestas que daba el juez. “
Se dice de Santa Bárbara, virgen, martirizada el 4 de Diciembre (310), que tenía especial devoción a Jesús agonizante.